LEO llegó a mi vida un poco a regañadientes, fruto de un arrebato. A regañadientes porque durante mis primeros 28 años pertenecí a ese grupo de personas que prefiere ver a los perros al menos a un metro y medio de distancia; el arrebato nació del amor hacia mi marido, que siempre había querido ampliar nuestra pequeña familia con un miembro de cuatro patas. A Leo le bastaron pocas horas para anular todos los miedos y prejuicios que nos separaban. Su llegaba cambió mi forma de ver la vida: él me ha hecho crecer como persona, enseñándome que hay formas muy distintas de amar y de ser correspondida. LEA nació poco después en la imaginación de uno de los tesoros de mi infancia. Mi abuela, que...
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